¿Qué es pensar?
Porque hay muchas actividades, que pueden ser muy diferentes entre sí y que llamamos pensar, como si fueran todas la misma cosa… y no.
Por ejemplo, nos dicen muchas veces, con la mejor de las intenciones, aunque con resultados muchas veces patéticos, que no pensemos tanto. ¿Qué tipo de actividad es la que aquí se desarrolla y que llamamos pensar? Es la calesita eterna, que da vueltas sobre sí misma, que me marea, me impide salir y caminar. Es quedarme atascado en un pensamiento (¿Propio? ¿Ajeno? ¿Quién piensa lo que se piensa en este darle vueltas y vueltas a una idea en la mente?). Es el pensamiento que me distrae de la vida, de lo real, de este momento, de mí. Es un ruido que, a fuerza de repetición rítmica y continua, no tiene significado. Ruido mental que me impide escuchar.
Y sin embargo… quizás a fuerza de girar y girar nos veamos eyectados violentamente en alguna dirección.
¿Es pensar calcular, deducir, seguir un procedimiento, concatenar afirmaciones, hacer un recorrido que me lleve desde la a hasta la z, sin saltarme pasos? Seguir un camino, ya trazado de antemano, a velocidad estable, respetando las leyes de tránsito. Un camino sin sorpresas, sin demasiada novedad. Un piloto automático, una inteligencia artificial.
Y sin embargo… Quizás a fuerza de seguir la ruta obedientemente, algo irrumpa en el camino que me desvíe, que me detenga, que introduzca algo no antes visto.
¿Pensar es tener razón, ganar la discusión, dejar mudo al oponente, obtener más votos, más seguidores?
¿Pensar es entender? ¿Recordar? ¿Soñar? ¿Dudar?
¿Y ese pensar que introduce lo diferente, lo que no se había pensado antes? ¿Y ese pensar que permite volver sobre lo que no fue pensado? ¿Y ese pensar que es escuchar, que reclama el silencio y el vacío como los lugares más propios, en donde lo que es puede aparecer (sin el disfraz de lo que nosotros esperamos, sino como lo que por derecho propio es)?
Algo tienen de atractivo los caminos ya conocidos, nos permiten sentirnos seguros, a salvo de los riesgos; nos permiten ir más rápido, sin demoras, sin perder tiempo. Algo tiene de inevitable el continuo girar sobre un mismo punto, y la fuerza para no caer succionados por ese embudo no siempre está a nuestro alcance. Alguna satisfacción nos da tener la razón, ganar seguidores, quienes nos apoyen; nos permite sentirnos menos solos. Como menos solos nos sentimos cuando pensamos lo que otros ya pensaron, y el pensar es repetir palabras ajenas.
El pensar como silencio, como vacío, es incómodo. Asusta, no sabemos qué nos saldrá al encuentro, no tenemos el control de la situación, no somos los que determinamos la dirección, ni la velocidad, ni el punto de llegada. Pensar así puede ser un viaje muy largo, lento, tedioso a veces. Y puede ser muy solitario. Podríamos sentirnos incomprendidos, podríamos sentir que nadie está dispuesto a acompañarnos. Pueden salir a nuestro encuentro verdades horrorosas, cosas que hubiéramos preferido no encontrar jamás. No hay garantías, nada nos salva de la incertidumbre de un recorrido en el que cada paso es crucial. Pensar así da fiaca. ¿Cómo no comprender esa necesidad a veces imperiosa de evitar a toda costa este pensar, de escapar, de eludir semejante tarea?
Y sin embargo… ese llamado que en susurros nos reclama y aún en medio del aturdimiento constante, se hace escuchar.